jueves, 24 de septiembre de 2015

Somos increíbles seres menguantes

Como voy a intentar retomar el blog y, en su día, lo inauguré dando la bienvenida al "hombre" a Marte, creí conveniente aprovechar la disculpa del sobrevuelo a Plutón para esta re-inauguración...

Lo que pasa es que me he puesto (otra vez) a ver el vídeo de este acontecimiento... esos 23 segundos que ha montado la NASA con imágenes reales...


Y se me ha vuelto a poner la piel de gallina.. y en vez de pensar en qué escribir, me he puesto a escribir en qué pensar... Esas imágenes nos hacen encogernos tanto, y recordar lo tan pequeñitos que somos que sólo se me pasan por la cabeza sensaciones de cosas enormes e inalcanzables... que son, precisamente, las que mejor me hacen sentir cuando puedo estar relajada/desconectada... Suena a tópico (y a tema súper manido, ya), pero es lo que hay: básicamente, los humanitos estamos atrapados en un enorme sandwich, por un lado el mar, el océano, el agua, y por otro lado el cielo... y al final.. lo que más cerca está es un reflejo de lo que parece que nunca podremos alcanzar.... y como lo tenemos tan asumido, cuando vemos que un "cochecito" llega a Marte, o que un cacharro rodea Plutón hay veces que nos cuesta pararnos a flipar realmente con lo que estamos viendo... hay tanta tecnología que hemos normalizado la inmensidad... no siempre, pero a veces nos acomodamos :)

A cuento de hoy tengo el placer, una vez más, de ir a ver a Daniel Higiénico en directo, hay una canción que no puedo dejar de poner; tiene una letra con la que coincido plenamente y que me parece escrita después de, realmente, pensar en todo este tipo de cosas....

ME DUELE EL CUELLO DE TANTO MIRAR LAS ESTRELLAS 


Me duele el cuello de tanto mirar las estrellas
Y me imagino planetas en granos de arena
Y quiero creer que la luna no es solo una piedra
Que tiene su embrujo que nadie ha dejado su huella
Y vuelvo a mirar 


Me duele el cuello de tanto mirar las estrellas
De las galaxias aquí nadie tiene ni idea
Que prepotente creer que la ciencia es perfecta
Yo prefiero pensar que ni siquiera se acercan 
Y vuelvo a mirar 


Me duele el cuello de tanto mirar las estrellas
Y me imagino planetas cubiertos de hierba
Y quiero creer que soy humo en una eterna fiesta
Que alguien se quedó colgado y todo le da vueltas 
Y vuelvo a mirar 


Me duele el cuello de tanto mirar las estrellas
Soy un microbio en este granito de arena
Vaya arrogancia creer que somos la respuesta
La clave del Universo ¡Menuda soberbia!... 
Prefiero mirar 


Me duele el cuello de tanto mirar las estrellas
Me duele el cuello de tanto mirar las estrellas
Soy un microbio en este granito de arena
A ver quien puede ponerle a mi mente fronteras

   +  *    + * * +     +
*       +            *
    + *   *     *    +
* *    *  *      ****
+ + *         +        + ("Supongamos que el mar es el llanto de galaxias de ojos")

---
Y como colofón, el fragmento final de ese "momento" existencialista que es la película de Jack Arnold: El increíble hombre menguante (1957)


[Spoiler]





“Yo continuaba menguando, ¿convirtiéndome en qué, en lo infinitesimal? ¿Qué era yo? ¿Aún un ser humano? ¿O era yo… el hombre del futuro? Si hubiera otros despliegues de radiación, otras nubes yendo a la deriva por mares y continentes, ¿podrían otros seres seguirme hacia este vasto nuevo mundo? Tan cerca lo infinitesimal y lo infinito. Más repentinamente, yo sabía que había en realidad dos fines para el mismo concepto. Lo increíblemente pequeño y lo increíblemente vasto eventualmente se encuentran: como el cierre de un gigantesco círculo. Miré hacia las alturas, como si de algún modo pudiera aprehender los cielos. El universo, mundos más allá de su enumeración, el tapiz plateado de Dios se esparce por la noche.

Y en ese instante, supe la respuesta al enigma del infinito. Yo había pensado en términos de la limitada dimensión del propio hombre. Yo había sido arrogante hacia la Naturaleza. Que la existencia comienza y finaliza es una concepción humana, no de la Naturaleza. Y sentí mi cuerpo menguando, fundiéndose, convirtiéndose en nada. Mis miedos me desbordaron. Y en su lugar llegó la aceptación. Toda esta vasta majestuosidad de creación debía significar algo. Y entonces comprendí algo, también. Sí, más pequeño que lo ínfimo, comprendí algo, también.

Para Dios, no existe la nada. ¡Yo aún existo!“.



"I was continuing to shrink, to become... what? The infinitesimal? What was I? Still a human being? Or was I the man of the future? If there were other bursts of radiation, other clouds drifting across seas and continents, would other beings follow me into this vast new world? So close - the infinitesimal and the infinite. But suddenly, I knew they were really the two ends of the same concept. The unbelievably small and the unbelievably vast eventually meet - like the closing of a gigantic circle. I looked up, as if somehow I would grasp the heavens. The universe, worlds beyond number, God's silver tapestry spread across the night. 

And in that moment, I knew the answer to the riddle of the infinite. I had thought in terms of man's own limited dimension. I had presumed upon nature. That existence begins and ends in man's conception, not nature's. And I felt my body dwindling, melting, becoming nothing. My fears melted away. And in their place came acceptance. All this vast majesty of creation, it had to mean something. And then I meant something, too. Yes, smaller than the smallest, I meant something, too. 

To God, there is no zero. I still exist! "


((Somos números))

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